Fernando Renes entrevistado por Javier Díaz-Guardiola
ABCD las artes, Diciembre 2004
La exposición que Fernando Renes (Covarrubias, 1970) presentó este ultimo mes en Madrid, en Distrito Cu4tro (prorrogada hasta mediados de diciembre), fue el epílogo de un ritmo de trabajo contenido en la muestra que ahora ofrece el centro de arte Caja de Burgos de su provincia natal. “Meseteño” de nacimiento y de pensamiento, Renes recuperaun buen “tajo” de su aventura Americana (lleva siete años viviendo en Nueva York) y nos ofrece su particular forma de entender el dibujo, el libro de autor y el vídeo.
Javier Díaz-Guardiola. –En su libro Dibujos Caseros ha escrito: “Soy de Covarrubias, vivo en Nueva York y hago dibujos”. Es eso una declaración de principios?
Fernando Renes. –Se me pidió que hiciera un texto para prologar el libro, que además tuviera carácter biográfico. Este pequeño texto iba a acompañar a un dibujo que hice en 2003 en el que se ve el escaparate de una de las muchas boutiques del Soho neoyorkino, con dos maniquíes, cada uno de ellos con una sudadera. En una se lee “Covarrubias”, y, en la otra, “New York”. Lo que trato de hacer aquí es poner ambos lugares en un mismo plano, en una misma meseta, y lo hago con el nombre de dos lugares que me son muy significativos. Así digo de dónde soy, dónde vivo desde hace siete años, y qué es lo que hago en la vida. Combino lugares, entes, sensaciones y visiones, por muy dispares que parezcan,
para conseguir fortaleza o debilidad, con soportes intelectuales y estéticos que ayuden a abrir el vocabulario artístico y a mí mismo, cuestionando mi propia posición, tratando de perder mi propio centro e, incluso, hasta salirme de mi personalidad. Esta podría ser la esencia de mi trabajo: innovar e inventar, sabiendo que para hacer cosas nuevas hace falta material nuevo constantemente. Soy un buscador.
J.D-G. –La exposición del CAB se titular precisamente De Covarrubias a Nueva York. Está la muestra planteada como una pequeña retrospectiva?
F.R. –Así es. Por un lado, muestro las tres “video-animaciones” que he hecho hasta el momento, Couch Grass Grama (2000), Everything Matters (2001) y 14 (2004). Su segunda aprte la conforma una selección de 19 dibujos realizados entre 1999 y 2003, pertenecientes a mis series de esos años. La última parte la componen seis dibujos de entre 1994 y 1998, todos ellos en blanco y negro, a diferencia de los más actuales, a color. Estos dibujos se acompañan de otros 6 libros hechos entre 1995 y 1997, una muestra de los más de 30 que realicé en esos tres años, constituyendo mi primera obra en Nueva York.
J.D-G. –Como entiende el dibujo?
F.R. –Entiendo el dibujo como práctica y como producto de algo radical, individual e incisivo y, sobre todo, como un fin en sí mismo. Trato de potenciar e individualizar cada uno de los dibujos, tratándolos como mesetas aisladas autosuficientes, prestando más atención que nunca a la realización, así como al hecho conceptual de cada obra. La interpretación y el sentido de cada pieza no existe más allá de lo evidente. Mi voluntad de transcendencia descansa en lo aparente.
J.D-G. –Su vinculación con esta técnica hará que entienda el video de una manera particular. Define estas obras como “video-animaciones”.
F.R. –Comencé a plantearme la posibilidad de hacer “animación” en 1996, cuando estaba realizando los diferentes libros de dibujos que he mencionado antes. Me parecía que algunos de ellos guardaban alguna potencialidad. Además, la forma que tenía de trabajar en los libros me sugirió “continuar” el dibujo anterior con el siguiente, y así sucesivamente. De hecho, llegué a hacer una pequeña prueba de 18 segundos, basada en el clásico video-juego Space Invaders. Entiendo la animación como construir un muro de ladrillos: cada uno se sustenta y se sostiene gracias al otro, como un puzzle. El movimiento, que es característica imprescindible de la animación, no concede a ésta un valor superior al dibujo individual; sólo le añade un significado distinto. Hasta ahora he utilizado el video como herramienta, por ser la más barata y fácil de emplear, pero en un futuro próximo no descarto trabajar con otros medios, desde soportes digitales a cámaras offspring o, incluso, cine.
J.D-G. –Ha mostrado Dibujos de un hermafrodita, de un tartamudo, de un meseteño y Dibujos caseros. Hay una relación lógica entre ellos?
F.R. –Cada una de las series que he realizado ha tenido una justificación teórica o espiritual si se quiere. En Dibujos de un hermafrodita hacía referencia a un sentimiento de necesidad de autosuficiencia. Me encontraba sin referencias, habiendo perdido las españolas, y sin haber asimilado todavía las que me ofrecía mi nueva ciudad de residencia. En esta serie hablo de las dualidades que se encontraban en mí mismo y a mi alrededor. La siguiente serie, Dibujos de un tartamudo, que se expuso en mi primera individual en Brooklyn, en 2001, hace referencia a un trabajo “a trompicones”, no sólo por el poco tiempo del que disponía al realizarla, sino también por tener que afrontar mis propios problemas para centrarme. Realicé la serie a modo de “vómitos creativos”. En Dibujos de un meseteño, que expuse por primera vez en Brooklyn y, un mes más tarde, de forma ampliada en la Bienal de Turín, en 2002, traté de individualizar cada dibujo, incidiendo de nuevo en la idea de construir mesetas autosuficientes. En Dibujos caseros he tratado de profundizar conceptos, subrayando mi apuesta por el dibujo y apartándome conscientemente de un quehacer tecnológico al emplear materials tradicionales como acuarelas, lápiz y papel. Ya tengo pensado cómo llamaré a la siguiente serie de dibujos, lo que va a tener que ver con el nombre de dos sustancias o elementos adictivos.
J.D-G. –En el catálogo del CAB, Rafael Doctor escribe: “Si la gente sigue leyendo y escribiendo y no pintando al hacerse mayor será porque por alguna causa pierde interés por ello”. Por qué sigue dibujando?
F.R. –Supongo que sigo dibujando porque no he perdido el interés. Se suele decir que dedicamos nuestra vida de adultos a subsanar las carencias que tuvimos en la infancia. Permíteme que te cuente una anécdota que ocurrió cuando tenía 8 o 9 años, y que no olvido cuando dibujo, especialmente cuando “animo”. De pequeño era muy aficionado a los dibujos animados. Aún hoy lo soy, incluso más todavía, tal vez ahora por motivos “profesionales”. Poco antes de Navidad, un familiar se compró un Cine-Exin. Un día lo trajo a Covarrubias y decidimos proyectarlo. No me podía creer que iba a ver dibujos en la pared de la casa de mi abuela. Se puso todo en marcha, se cerraron los visillos, y ahí estaban Tom y Jerry, que parecían de verdad, a tamaño mucho mayor que en la tele Pero el alucine no duró mucho más de dos o tres minutos, porque el aparato se rompió y nunca más volvió a funcionar. A veces me gusta pensar que esa frustración ha tenido que ver algo con mi “carrera de animador”
J.D-G. –Por cierto, qué hace viviendo en Nueva York? se trabaja mejor, peor o igual que en la meseta?
F.R. –Vivir en Nueva York me viene bien. Tengo la perspectiva, la tranquilidad y la ansiedad necesarias para trabajar. Por otro lado, esta ciudad tiene siempre lo que busco, material nuevo, y es un sitio absolutamente inabarcable. Con esto no quiero decir que no sea posible hacer nada nuevo en la meseta, que en mi caso funciona también como estado mental. Soy de la opinion de que en todos los sitios se cuecen habas, pero es bueno saber dónde uno se encuentra major para realizar más a gusto su proyecto personal.