Fernando Renes entrevistado por Octavio Zaya
A la sombra del omnívoro, 2008
Octavio Zaya: La presencia del Monte Fuji parece ser recurrente en tus últimas obras. Podría decirse que es un “personaje” importante al menos, que yo sepa, desde La Meseta, la animación que primero presentaste –todavía en curso- en Trans/New York y posteriormente en el CAB de Burgos y en Distrito Cu4tro, Madrid. Su protagonismo es evidente en Romance omnívoro, el Nuevo tríptico de animaciones que se mostró recientemente en Madrid y del que forman parte los dibujos de este libro. Por qué el Monte Fuji? Representa en tu obra algo más que al volcán japonés? Si no me equivoco, tú nunca has estado en Japón.
Fernando Renes: El monte Fuji viene siendo un recurrente en mi obra en los últimos tres años. Siempre he sentido la curiosidad por esa montaña, pero en particular vista a través de Hokusai. Recuerdo haber visto una exposición de Hokusai en el Brooklyn Museum of Art, en el año 1999 ó 2000, y era sobre las 100 vistas del Monte Fuji de Hokusai. Fué una muestra que dejó una gran impression en mí; era la primera vez que veía originales de este artista, y me maravilló su sencillez a la vez que su sofistificación, y cómo de alguna forma tomó el motivo del Fuji para “anclar” su vision.
Entonces empecé a utilizar el Fuji como un “personaje”, como tú bien apuntas, y se me ocurrió multiplicarlo, hacer una manada de Fujis casi desde una premisa pop; de alguna manera desacralizarlo. Para Romance omnívoro esta fue mi primera sensación; dar movimiento a una “manada” de Fujis, que fueran el comienzo de la obra. Aunque después el Fuji vuelve a tomar una identidad más individual, en la escena donde los niños están jugando y finalmente acaban bombardeados.
Desafortunadamente nunca he estado en Japón.
O.Z. Debo entender que te consideras endeudado con el dibujo japonés o que es una de tus influencias primordiales?
F.R. Yo diría que el dibujo japonés es una de mis principales influencias, pero no solo el dibujo, sino también la filosofía, caligrafía y poesía japonesas. Creo que todo lo que tenga que ver con condensación y significación a un nivel artístico me interesa. Hubo otra exposición japonesa que también me impresionó bastante. Tuvo lugat hace dos años en la Public Library de Nueva York, y se titulaba Ehon, the Artist and the Book in Japan. Para mí fue una exposición sensacional, donde descubrí muchos artistas que posteriormente he investigado y estudiado con mucho interés, sobre todo Kawamura Kiho y Kawamura Bumpo.
O.Z. Me resulta realmente importante y revelador que declares tu interés por lo que dices que pueda tener relación con la “condensación” y la “significación”. Sé que lo dices deliberadamente y esa seguridad tuya me resulta casi inesperada, por no decir equívoca. La condensación implica, en algunas de sus variadas acepciones, concentrar lo disperso, sintetizar, resumir; la significación supone dar sentido, entendimiento. Por supuesto, condensar también es convertir un vapor en líquido o en sólido, y significar también quiere decir manifestar algo o darle importancia a alguna cosa. Obviamente, todas estas acepciones se inmiscuyen y se desarrollan en una obra cuya naturaleza juega con la transformación de un momento en otro, de una imagen en otra, un elemento, una palabra en otra, etc. Desde el sinsentido a la profundidad, desde la simplicidad al sueño de la imaginación, tu obra insinúa significaciones donde – como dije en el texto que realicé cuando te nominé para Vitamin D (Phaidon, 2005)-, el caos resulta organizado de algún modo, y el orden arbitrario. Pero tú te estás refiriendo también a otra condensación y a otra significación , verdad?
F.R. La condensación y la significación de las que hablo son cualidades muy subjetivas. Cuando digo que me interesan especialmente la condensación y la significación a un nivel artístico es porque son de alguna forma esas cualidades las que resuenan en mí de una forma espacialmente fuerte, como espectador, como receptor. Y como entiendo la creatividad sobre todo como receptividad, por esto es por lo cual siempre tengo una sensibilidad especial hacia este tipo de características en el trabajo de otros, applicable esto sobre todo a la naturaleza misma.
Hay un cuento que no sé contra muy bien, pero creo puede servir para ilustrar un poco major todo lo que estoy intentando decir. Además con esta historia también estaría hablando de la herramienta, tal vez la más importante en mi trabajo. Escuché este cuentocuando tenía 17 años y siempre lo tengo presente. Es un cuento chino en el que el emperador del momento está empeñado en que le dibujen/pinten (no sé exactamente qué verbo usarían) un cangrejo. Y, claro, como es el emperador, quiere que lo pinte el mejor pintor del imperio, y que sea el major cangrejo jamás pintado.
Llevan un pintor al emperador, y este le pregunta que qué necesita para realizar ese tan ansiado cangrejo. El pintor simplemente pide tiempo, un año en este caso. Pasa el año y el emperador pregunta por su cangrejo. El pintor dice que aún no está listo, que necesita cinco años más. El emperador accede. Pasan esos cinco y el emperador, ya impaciente, reclama al pintor el trabajo. Este se excusa de nuevo diciendo que necesita aún más tiempo, en este caso diez años más. El emperador vuelve a acceder muy a regañadientes. Pasan los diez años menos un día, y aún no ha empezado a pintar el cangrejo. El pintor sabe de la impaciencia del emperador. Entonces esa noche se pone manos a la obra y por la mañana el trabajo está listo, siendo uno de los cangrejos más hermosos jamás vistos.
A esta fibula podría servir de moraleja el dicho de un pintor chino, creo que fue Shitao, que decía, “antes de pintar un bambú deja que crezca en tí”.
Creo que trabajo de una forma parecida. Ese “rumiar” al que te has referido en alguno de tus textos sobre mi obra sería una forma de condensación, concentración, de síntesis. Todo ello “ocurre” en un embudo que sería yo mismo literalmente. Yo sería ese embudo en el que ocurre esa condensación, donde a veces también ese vapor que es el sueño, las sensaciones o incluso las ocurrencias, se licuan o solidifican en dibujos. Por ahora diría que más bien he llegado a licuar con los dibujos y animaciones. Si alguna vez paso a hacer algo más sólido podríamos hablar de solidificación. Y para con todo ello llegar a un significado o a su negativo. A veces se ven los dos perfiles y otras la copa. Pero cmo artista intento que se logre ver lo uno y lo otro.
Entiendo mi profesión como una búsqueda constante de formas y de historias. Y para mí la forma más naturalmente artificial o artificialmente natural para llevar a cabo mi tarea es la condensación, con su premio de significación, que después finalmente siempre deviene en una profunda insatisfacción, y vuelta a empezar. Pero supongo esto ultimo es ahora harina de otro costal.
O.Z. En efecto, en más de una ocasión he dicho que te entretienes rumiando Incidentes e historias. Pero con ello presupongo que estás masticando por segunda vez lo que digieres, que piensas y reflexionas sobre lo que dibujas y sobre el dibujo mismo. Como si estuvieras engullendo tu quehacer constantemente. Hay un dibujo que realizaste en el 2000, Bulimia contra Nostalgia que me llamó siempre la atención por la relación que tiene con tu interés en devorar todo lo que se te cruza en tu camino, tanto en lo que se refiere a tu propia curiosidad personal como a la naturaleza de tu propio trabajo, de tu manera de trabajar. Y aquí desembocamos, sin duda, en Romance omnivoro, que en cierta manera destila o “condensa” todas esas obsesiones. Tú cómo lo ves? Qué es el Romance omnivoro? Y que relación tiene con tu propio quehacer, con la manera en que trabajas?
F.R. El desembocar en una pieza como Romance omnivoro es la forma natural a la que me lleva la destilación de mi trabajo. Como muy bien apuntas, esas ganas de devorarlo todo, como ilustraba en ese dibujo Bulimia contra Nostalgia –aunque el título completo es Ataque de nostalgia repelido por ataque bulímico-, vienen también porque ese devorar me seda, es como una droga. Mi madre me suele recordar que de pequeño me comía hasta las piedras, y como soy el primogénito de dos familias que pasaron necesidades, creo que conmigo pudieron resarcirse de algunas. Retomando el hilo de la cuestíon, estas ganas de devorar las tengo con lo artístico. Necesito ver, ver y tocar, engullir grandes cantidades de información, que después hago pasar por mi embudo, donde las condenso y acabo filtrando en eso en lo que se convierte mi obra.
Me planteé hacer una pieza como Romance omnívoro para ampliar la capacidad de mi propio embudo, así como la aceleración de la digestion o, en este caso, poner a prueba el alambique, al someterlo a un proceso de destilación más exigente que nunca. He tratado de condensar todas las sensaciones, deseos y cosas que quería contra en esta pieza. Muchas se han quedado fuera convirtiéndose en material para condensaciones pendientes. Pero en todo este proceso de realización de Romance omnívoro, que ha durado un año. ha habido momentos donde ha peligrado la salud y entereza del alambique, y esto lo digo literalmente, especialmente en los tres últimos meses –septiembre, octubre y noviembre-. Todo lo que quería destilar en algunos momentos llegó a ser demasiado para mi capacidad. Entonces tuve que intentar casi desesperadamente hacer más efectivo el proceso de condensación, lo que curiosamente nos lleva a otra cuestión fundamental de mi obra: la vocación de no perder la urgencia emocional de lo contado, que en mi caso se convierte en una especie de sismógrafo de mí mismo. La teoría esta del alambique, del embudo, tiene mucho de poco práctico, y es que solo puedo hacer una cosa a la vez, y muchas veces se atasca, con lo cual acabo haciendo nada en mucho tiempo.
Decidí poner este título Omnivorous Romance / Romance omnivoro para describir una pieza que funciona a modo de autorretrato. Por un lado soy omnívoro, como creo que ya ha podido quedar claro, y por otro, la palabra romance me gustaba porque se escribe igual en los dos idiomas –Inglés y Español- , y en ambos tiene como segunda acepción un sentido de fantasear, de ensoñación, que en este caso está muy pegado al primer significado de idilio, que nos puede llevar a una situación de ensoñación y fantaseo.
O.Z. En cierta manera, ese es el hilo conductor de toda tu obra. En realidad no existe otra voluntad, o consecuencia lógica, que determine una obra. La obra está llena de discontinuidades, de transformaciones y metamorfosis. En una misma pieza se concentran repulsiones y deseos, temores y alegrías. Siempre hay mucho humor en tus obras; pequeños chistes que nos invitan a reflexionar sobre esta cuestión o aquella. En el caso de Romance omnívoro el “relato” es circular porque empieza y concluye con el Monte Fuji, como en Fujinokisha, donde obsesiva e ininterrumpidamente lo circula un tren. Hablas de autorretrato y se me ocurre que en la mayor parte de tus piezas siempre estás presente de algún modo –en este caso con una breve cinta insertada en la obra donde devoras increíbles cantidades de comida-. Esa presencia tuya nunca es subrepticia, como en Hitchcock, sino en ocasiones hasta casi exhibicionista. Hasta que punto la obra es simplemente un monólogo interior?
F.R. Te agradezco esta pregunta porque es algo que siempre me ha estado rondando pero nunca he logrado formularme de esta manera. Mi obra podría decirse que es un monólogo interior sermonizado. Como en todo artista tengo una parte más o menos grande de exhibicionista. Es una obra que resulta de una reflexión y un comparecer ante mí mismo, pero es un proceso que no entiendo completo hasta que logro compartirlo con el espectador. Aquí me permito parafrasear a Guston: él entiende el hacer arte como un proceso en el cual él acaba siendo el reo, el abogado defensor, el fiscal, el jurado popular y ultimamente el juez.
Si bien mi obra no es interactiva ni llego a hacer partícipe material de ella al espectador, sí creo que sería todo un esfuerzo baldío por mi parte sino llego a mostrar lo que hago a los otros, y de alguna forma creer que estoy llegando a alguien. Entiendo el arte como comunicación, que no entendimiento, para mí es un canal que a veces llega y las más no.
Romance omnívoro es un relato “circular” como muy bien apuntas. Podría decir que es un conjunto de varios subconjuntos circulares. Las cosas primero aparecen, se muestran, para después volver a parecer de diferente forma. No solo el Fuji, que es con lo que comienzo, para después acabar. Pero entremedias es un Fuji mareado por un tren que no deja de dar vueltas en el interior de una casa, y que sirve de juguete a un niño. También el elefante con la barca vuelven a aparecer más tarde como juguetes en esa misma habitación; los aviones dan dos vueltas completas a la escena, y así consecutivamente.
Hay una película de Kurosawa en la que me fijé especialmente a la hora de platear el desarrollo de Romance omnívoro, y es Trono de sangre (1957). En ella todo es circular, y lo aparecido reaparece trayendo consecuencias. Y para terminar con esta reflexión sobre lo circular, tengo que decir que uno de los cuatro temas que integran el legado de Nietzsche ha estado siempre presente en la condensación de esta obra: el eterno retorno de lo idéntico –los otros tres serían: el superhombre, la muerte de Dios y la voluntad de poder-.
O.Z. Sin duda, la naturaleza del círculo es el retorno recurrente, eterno e inescapable, y en relación a tu obra, la síntesis que Nietzsche supuestamente desarrolla a partir de las matemáticas, la física y la astrofísica de su tiempo, y tal vez a partir de algunas filosofías orientales, sin duda tienen cierto eco en ella, Si consideramos que el tiempo es infinito, y consideramos que el espacio y la materia son finitos y limitados, todo en el universo puede ser combinado, distribuido y redistribuido en un número finito de permutaciones. Si aceptamos la eternidad del tiempo, esas permutaciones se repetirían una y otra vez y se habrían repetido ya miles de veces en el pasado. Pero como ya sabemos, cuando nos referimos al tiempo, al espacio y a la materia, científicamente hablando, no estamos hablando de certezas sino, si acaso, de probabilidades. Sin duda, como estrategia artística o como instrumento de trabajo, incluso en relación al sentido moral o de redención que el eterno retorno tiene en Nietzsche, esa vision tiene interés, aunque también implicaría el regreso de lo mismo como inevitable, más allá de nuestras responsabilidades. La cuestión es compleja como para que la tratemos ahora. Pero, sin duda, esas permutaciones y combinaciones probables se reflejan en tu obra y en el modo en el que trabajas. La obra, sin embargo, como tú afirmas, no concluye en ti. Que comunique o no comunique no me parece lo fundamental, sobre todo en tu obra, porque la comunicación implica entendimiento y una secuencia lógica. Y el arte necesariamente no tiene que estar atado a los dictados de la lógica, sino, como en tu caso, a la libertad de la imaginación. No te parece?
F.R. La libertad de expresar mi imaginación es el manatial que hace surgir mi obra en primera y última instancia. Para mí es el valor más importante con el que se puede contar; todo ocurre en ella y con ella. No se me ocurre ninguna cualidad más generosa y a la vez más generadora. Incluso lo más abyecto puede devenir otra cosa teniendo como vecina a la imaginación. Usando la imaginación los contraries pueden dejar de serlo y los cooperantes empezar a enfrentarse; el amarillo y el azul dan el verde, y le rojo, azul y Amarillo dar el negro; o cómo La batalla de San Romano (c.1454-57) de Uccello puede parecer todo menos una batalla.
Esto me hace pensar en otra de las características que posee mi obra, y que en este caso considero un subconjunto de la imaginación: la combinatoria. Cómo combinando elementos opuestos, o incluso similares que solo tengan un pequeño matiz diferenciador se puede llegar a sitios donde uno nunca antes había estado.
Otro de los poderes de la imaginación que he experimentado varias veces, y que no me canso de disfrutar y de seguir cultivando, tanto en mi obra como en mi persona es que es el perfecto antídoto para el malhumor.
Me alegra mucho que hayas asociado o casi definido mi obra desde la libertad de la imaginación.
O.Z. Por cierto, hablando de imaginación, el otro día, mientras me preparaba como quien dice para esta conversación, me tropecé con un anuncio de un libro sobre hábitos, costumbres y otras cuestiones alimenticias, y sobre nuevas formas de comer, que se refería concretamente a lo que llamaban el dilema del omnívoro y la solución del omnívoro. Estaba especulando, o me preguntaba, hasta qué punto las cuestiones que originaba, estrictamente relacionadas con la comida, podrían servir como metáfora de la actividad artística, o al menos como metáfora de tu trabajo. Como si leyéramos entre líneas o como si sustituyeramos “comida” por “obra de arte”. Por ejemplo, tú comerías cualquier cosa que tus padres o tus amistades no reconocieran como comida?
F.R. Hace ya mucho que como cosas que mis padres no reconocen como comida, por no decir de algunas amistades. Y si esta comida la sustituimos por arte, pues es algo que llevo haciendo toda mi vida, si bien en casos concretos mis amistades me han influido a la hora de considerar el “plato” en cuestión.
O.Z. Y qué me dirías de la comida que contiene ingredientes que no puedes pronunciar?
F.R. No tengo ningún problema, ya que me como la comida, no las palabras, aunque esto ultimo a veces también me pasa, pero eso es por otra razón.
O.Z. Sueles comer cosas que no se pudran?
F.R. No. Hace ya tiempo que comenos muy sano, y lo digo en plural porque no puedo dejar de mencionar a mi pareja, Abigail Lazkoz, que cocina muy bien. Prácticamente todo lo hace ella, yo me dedico a comer y a fregar. Además un día de estas Navidades vimos Cuando el destino nos alcance (1973), y desde ese momento admiro mucho más los tomates, los puerros, un buen trozo de carne, etc. aunque como buen omnívoro también debería estar preparado para comer alguna pastilla de Soylent Green, tal vez esta sea la tangente que estoy tratando de trazar ahora.
O.Z. Entonces supongo que no serás de los que pagan más pero comen menos.
F.R. Soy más bien de los que pagan menos pero comen hasta estar satisfechos.
O.Z. Y entre lo que comes, podrías decir que hay una variedad de especies, o sólo comes animals que comes hierba?
F.R. Creo que mi dieta es muy variada y sana; carne seguramente es lo que menos como. Una de mis comidas favoritas es el pescado, de la forma que sea. Las sardinas del Cantábrico me pirran –aquí en Nueva York desafortunadamente no se encuentran-. Abigail ha hecho hoy unos chipirones en su tinta que estaban increíbles. Ella suele decir que para estas cosas no soy muy objetivo, pero realmente estaban deliciosos.
También me considero un animal que come hierba; prácticamente todos los días cenamos una ensalada. Hoy he puesto unas lentejas a remojo, así que mañana eso es lo que tenemos, con un poquito de chorizo para darle saborcete. Y como elemento alimenticio que consumo a diario es el chocolate. Es algo que el cuerpo me pide, sobre todo a mediodía y por la tarde, supongo que para poder preparar al cuerpo para el trauma que supone el crepúsculo.
O.Z. Sí, he tenido la fortuna de probar los chipirones que hace Abigail. En cuanto al chocolate, ya sabes que recientemente certificaron una vez más que es bueno contra la tension alta. De lo que dices deduzco que por un lado cocinas o te cocinan, que es realmente lo que uno debe hacer, aunque en Nueva York no puedas plantar nada de lo que comes, que también sería muy saludable. Pero, por otro lado, también veo una cierta tendencia al picoteo. De manera que no solo comes comidas, y supongo que entonces tampoco comes todo en la mesa.
F.R. Me encanta picotear, y sobre todo cuando estamos de cháchara Abigail y yo, bien en la cocina on al hacer un intermedio en el trabajo. Creo que se puede comer en muchas partes, pero una cosa que siempre tengo en cuenta a la hora de comer, y que debe ser una mania, es que siempre me gusta alimentarme a la sombra. Supongo que ayuda a sintetizar o condensar major los alimentos.
O.Z. Lo importante es comer con ganas, con otra gente cuando sea posible, y siempre con placer. No estás de acuerdo?
F.R. Estoy de acuerdo, una de las mejores cosas que se puede hacer en esta vida es poder compartir una buena comida en buena compañía.
Comer sólo puede ser muy triste. Te cuento una pequeña anécdota al respecto: los pasados meses de septiembre y octubre los pasé solo en Nueva York, porque Abigail estaba en España debido a las diferentes exposiciones que tenía allí, en Artium, Guggenheim, etc.; y si bien a la hora de comer no tenía demasiado problema, porque estaba enfrascado con el trabajo, y de alguna forma el comer me servía de respiro, al llegar la hora de cenar se me encogía un poco el espíritu al tener que afrontar la cena solo.
Encontré una semi-solución. Me enganché a una telenovela chilena, Los Treinta, subtitulada “Eso que ocurre después de los 29”. La pasaban de 10 a 11 de la noche por CaribeVisión, y según se sucedían los capítulos los personajes empezaban a formar parte de mi mesa, hasta el punto que en los fines de semana, que no ponían la telenovela, los echaba en falta.