Fernando Renes en el CAB de Burgos por Mónica Rebollar
Revista Lápiz, Enero 2005
Los dibujos de Fernando Renes (Covarrubias, Burgos, 1970) son exorcismos de sus propios demonios, antidotes contra la ansiedad, los miedos y las obsesiones, expresiones certeras de los derroteros que la mente y el espíritu pueden tomar, extraviándose de la mera razón. En la exposición que ahora presenta en el CAB, De Covarrubias a Nueva York, encontramos representados a la acuarela, con sencilla maestría, desde una niña vieja hasta un ataque de bulimia que sirve al artista para repeler el ataque de nostalgia que sufre como emigrante en Nueva York, pasando por una manta de músculos humanos que se extiende sobre una cama, bajo la cual reposa un niño-feto (Máquina esquizofrénica, 2003); un envoltorio de tarta convertido en algo orgánico –surcado por un corazón y el sistema circulatorio humano-, o una tableta de chocolate como oasis en el que se puede descansar de penas y compulsiones.
Casi todos los dibujos poseen enigma y humor. Sin eludir la burla, también caben la cita culta o la reflexión sobre el mundo del arte. Por ejemplo, reproduce una camiseta con el motivo de la obra póstuma de Duchamp, Etant Donnés (la mujer cuyo cuerpo asoma, tumbado, entre unas rocas, con un paisaje difuminado al fondo), añadiendo la leyenda “Amo hacer senderismo”. El secreto y la incitación voyeur de la pieza de Duchamp devienen exhibicionismo trivial; el aficionado al arte se equipara con el aficionado al senderismo, allusion al merchandising de los museos y al turismo cultural?
En la muestra podemos ver también algunas videoanimaciones de Renes, de aspecto muy artesanal. En Todo importa (2001), dos corrientes de agua, como cascadas, pasan del azul al rojo y del rojo al azul –la referencia de Heráclito sirve para ilustrar cómo el fluir constante de las cosas (el agua) se intercambia con el de cada individuo (la sangre)-, mientras los rótulos se suceden: “Todo importa”, “todo cambia”, “todo pasa”, “todo cansa”, una conclusion de lo más escéptica.